
Hoy es 8M y, como todos los años, el ambiente se tiñe de violeta en festiva reivindicación por los derechos de las mujeres y la igualdad real. Es ya más de un siglo en el que las reivindicaciones han compartido espacio con la celebración de paulatinos avances, aunque sigue quedando camino por recorrer hasta una igualdad real, efectiva y global.
El manga y el anime están llenos de chicas revolucionarias que, al igual que Utena, viven para hacer del mundo un lugar mejor y más igualitario. Una lección que, sin ser el objetivo de estas ficciones, sí nos ha calado enormemente, educando a unas cuantas generaciones de niñas en el mensaje de que, si se lo proponen, podrán llegar tan lejos como quieran.
La presencia femenina en el anime que nos ha llegado es variada, aunque generalmente responde a los arquetipos específicos de un tipo de manga/anime que apela a un grupo demográfico muy concreto. A pesar de ello, hemos podido crecer con multitud de heroínas que nos han enseñado a ser mejores.
Primeras protagonistas femeninas
La primera de ellas sería Heidi: la niña de los Alpes llegaba a nuestras pantallas en 1975 protagonizando una serie blanca y en algunos aspectos casi naif, pero Heidi era combativa contra las injusticias que la rodeaban, al tiempo que transmitía valores de amor por la naturaleza que después se encontrarían en otras obras posteriores de raíces similares (buena parte de las películas de Studio Ghibli se apoyan firmemente en uno de estos dos pilares, si no en los dos a la vez). Tres años después, en términos similares, descubriríamos que las mujeres también podían pilotar enormes robots tripulados, ya que hasta Mazinger Z tenía su contrapartida femenina que le acompañaba en su lucha contra el mal.
Los años ochenta se caracterizaron especialmente por una infantilización de la parrilla, se estrenaron muchas series hechas o coproducidas en Japón, muchas de ellas con estructura narrativa muy clásica y con profundo arraigo en la literatura europea decimonónica. Aun así, personajes como La pequeña Lulú o las cuatro hermanas de Mujercitas se alineaban en una línea de ofrecer valores positivos y, en cierta medida, empoderantes.
La revolución de las magical girls
Pero la auténtica revolución de las chicas llegaría a partir de los años noventa, donde los contenedores infantiles de los principales canales españoles (la televisión pública representada especialmente por La 2 de TVE; y las privadas Antena 3 y Telecinco). La década fue una edad de oro para la emisión de anime en nuestro país, y pudimos vivir de primera mano una de las revoluciones clave en el mundo del manganime: la renovación formal del subgénero magical girl.
Magical girl o mahô shôjo es un subgénero que comenzó a tomar forma en los años cincuenta y sesenta, con títulos como La princesa caballero de Osamu Tezuka o El secreto de Akko de Fujio Akatsuka. Durante los setenta y ochenta fue evolucionando, siguiendo una línea muy marcada por la demografía a la que se dirigía, niñas mayores y chicas adolescentes. Sin embargo, en los años noventa ocurrió una revolución que dio la vuelta al género casi como un calcetín. Esta revolución tuvo como abanderada principal a Naoko Takeuchi y su obra magna: en Sailor Moon (que, por cierto, en España se estrenó hace treinta y tres años y un día, un 7 de marzo de 1992). Usagi Tsukino y sus amigas se enfrentaban a problemas más profundos, con tramas más complejas y con un papel muy similar a los héroes de las obras coetáneas dirigidas a chicos. Así, estas estudiantes de instituto normales y corrientes mostraban en pantalla uno de sus mayores secretos: se transformaban en Guardianas del Amor, poderosas y justicieras, que combatían contra el mal. No solamente se incrementaba la acción en la trama, sino que se lanzaba un mensaje a las niñas: en vuestro interior tenéis el mismo poder.
Siguiendo de cerca los pasos de Sailor Moon, también durante la década de los noventa aparecieron numerosas heroínas que imitaban esta fórmula. Una de las que dejó una huella más profunda fue Sakura, la cazadora de cartas creada por las CLAMP.
Gracias a Sailor Moon y a Card Captor Sakura, entre otros títulos, el mahô shôjo se consolidó como un género de gran popularidad, siguiendo su propia evolución y modernizándose a un ritmo acorde con los tiempos. Ejemplos modernos son la franquicia Pretty Cure o Puella Magi Madoka Magica, caso paradigmático en el que el género no solo evoluciona, sino que también se subvierte.
No solo shôjo en el cambio de siglo
Aunque a las televisiones españolas llegaron algunos títulos incontestables del anime para chicas, lo cierto es que los títulos que poblaron nuestras parrillas fueron mayoritariamente producciones para chicos, pero sus protagonistas femeninas también nos acompañaron y nos enseñaron a luchar por nosotras mismas.
En 1998, La 2 de TVE estrenó Slayers, el anime que adaptaba la obra de Hajime Kanzaka, con el título Reena y Gaudi. Era una aventura de fantasía protagonizada por una hermosa hechicera, Reena Inverse, que presentaba una autonomía inaudita: lejos de subordinarse a un héroe principal dentro del equipo protagonista, a Reena la compañía de Gaudi le cae como una patada al comienzo de la serie. Es ambiciosa, poderosa y capaz y, aunque cuenta con unos amigos también muy poderosos, en última instancia es ella la que salva el mundo.
En los dos miles, el anime ya era un entretenimiento cotidiano para los niños, adolescentes, jóvenes y no tan jóvenes españoles. Fue el momento en el que llegaron algunos de los grandes animes que nos siguen acompañando, como Inuyasha o Naruto, en los que el personaje femenino secundario recibía un desarrollo mucho más cuidado.
En el caso de Inuyasha, de hecho, Kagome adquiría el rango de protagonista indiscutible, en una dinámica con Inuyasha que, aunque incluía cierta dosis de romanticismo, no resultaba manida ni empalagosa y se alternaba con vertiginosa acción.
En Naruto, por su parte, el personaje de Sakura se acercaba más a los arquetipos femeninos del shonen, aunque huía de la planitud que a veces presentan ese tipo de personajes. Sakura era fuerte y compleja, y aunque sus habilidades siguen vinculadas a un terreno que tradicionalmente se ha visto como femenino (al final, incluso los superpoderes de curación no dejan de ser una forma más de cuidados), pero es en su desarrollo donde se aprecia la diferencia.
Satoshi Kon, una sensibilidad especial en un momento oportuno
En estos años de cambio de siglo, también llegaron otros tipos de títulos en los que el papel de la mujer era mucho más relevante y mucho mejor tratado que en obras precedentes.
En este momento destaca también el papel de Satoshi Kon, uno de los realizadores más importantes del cine japonés, prematuramente fallecido en 2010 después de un fulminante cáncer de páncreas, dejando como legado cuatro largometrajes y una serie de doce episodios.
Su primer largometraje, Perfect Blue, construía un thriller de misterio bordeando el terror psicológico sobre la figura de las idols japonesas. No solamente ponía el foco en algunas cuestiones conflictivas de denuncia social, sino que también daba una nueva perspectiva sobre el anime, en el que tenían cabida también las historias de contenido más adulto y maduro.
Su segunda película, Millennium Actress, también tenía como protagonistas a una mujer y el mundo del espectáculo, en este caso de manera mucho más positiva: una actriz concede una entrevista sobre su vida, en la que la verdad se entremezcla con las películas que protagonizó, reivindicando el papel de la mujer en el cine japonés durante el siglo XX.
Tiempos modernos
Los tiempos siguen en constante cambio, y la manera de aproximarse a los personajes femeninos en los animes más recientes se han actualizado acorde a la época. Son personajes complejos, verosímiles, que aunque se adscriben a arquetipos presentan algo más que el propio arquetipo.
Son especialmente significativos casos como el de Mikasa en Ataque a los Titanes o Nezuko en Guardianes de la Noche, dos personajes increíblemente fuertes a su manera, que se enfrentan en ocasiones a retos mucho mayores que sus compañeros protagonistas.
Oshi no Ko, por otro lado, recupera el mundo de las idols que ya trató Satoshi Kon, desde una perspectiva similar, aunque más enfocada al misterio-entretenimiento que a la denuncia social.
Aunque quizás uno de los ejemplos más paradigmáticos sea el de Yona. La princesa del amanecer, creada por Mitsuho Kusanagi, protagoniza una historia de aventuras al uso, pero el personaje en sí mismo presenta un desarrollo y evolución inusitados: al principio se muestra como un personaje desvalido y superficial, criada entre algodones y alejada de todos los males mundanos. La ruptura de esa burbuja supone para Yona un proceso de madurez como pocas veces se ha visto en este tipo de series, sobre todo de carácter tan comercial.
Además, la industria del anime ha experimentado también cierta apertura hacia la inclusión de mujeres tanto en puestos técnicos como a la cabeza de proyectos creativos. Cada vez son más las mujeres animadoras, productoras, guionistas y directoras que se incorporan a la industria, aportando sus propias perspectivas y dando lugar a nuevas generaciones de personajes fuertes, que acompañarán a las niñas del presente y del futuro y les enseñarán a creer en sí mismas y a recorrer su propio camino.